El efecto bactericida
Por pura observación, en épocas antiguas ya habían visto que el cobre ejercía una influencia positiva desde el punto de vista sanitario. Se había llegado a esta conclusión al comprobar que el agua que circulaba por tuberías de cobre era más saludable que el agua que provenía directamente de fuentes o manantiales.
Con el avance de la ciencia se comprobó posteriormente que esta observación tenía efectivamente una explicación científica relacionada con la capacidad antimicrobiana del cobre.
Se ha podido demostrar de forma fehaciente que el cobre es capaz de detener el crecimiento e inactivar muchos tipos de hongos, bacterias, levaduras y virus.
Los efectos sanitarios de este descubrimiento son enormes y algunas de sus aplicaciones ya son bastante comunes. Entre ellas, cabe destacar:
- El uso del cobre como superficie higiénica
- El uso de cobre en filtros e intercambiadores de aire donde es muy frecuente el crecimiento bacteriano
- Uso creciente en la industria biotecnológica con nuevas aplicaciones y un gran futuro
- Utilización en instrumental médico
- Utilización del cobre en los productos de limpieza y de higiene personal
A todo ello hay que unir sus aplicaciones en la agricultura y en la salud animal. En definitiva, una vez más el cobre se presenta como un elemento que parece que está en la naturaleza con el único fin de dar servicio a la humanidad y de ampliar sus campos de aplicación hasta límites desconocidos.